domingo, 1 de marzo de 2009

Historia de un regreso (Primera parte)

Vivió al abrigo de quinientos días en la ciudad, su marido había tenido que mudar su residencia,
―El progreso llega verda de dios.
Preparaba quesadillas en el cruce de Juárez y niño perdido, su majestuosa residencia podía encontrarse en el andador número cuatro de una vecindad en la calle Francisco I. Madero #245 Col. Tacubaya, los días eran de cualquier manera similar los unos con los otros, la rutina era una necesidad en los López.
Nací una noche de luna muerta… Angustias bautizaron a su primer hija, (desafortunada fui) siempre tratada como varón, siempre quise haber nacido varón.
―Anselmo, necesito decirte cuanto te he extrañado
―Platiquemos Pues… (Mirada suave, intranquila)
―Estoy embarazada... (silencio)

El autobús de las cinco de la tarde hacia su arribo al purgatorio, la vieja estación había sido remodelada por el ostentoso e inverosímil progreso nacional, ―Angus no te arrepientas, el futuro no está en este pinche pueblo. No hubiera nunca imaginado que te dejaría, maldito progreso nacional, nos absorbe, que solidaridad ni que ocho cuartos.
―Ya te dije pinche Anselmo, mañana mismo hablo con el ingeniero y te metes al jale con nosotros.
Anselmo jamás imagino el destino (maldito en muchas ocasiones) que le depararía, en realidad la necesidad y el hambre (porque no somos burgueses) aqueja.

―Anselmo López, su raya.

Miradas y platicas entre los obreros de la construcción, unos decían que sería un hotel muy frondoso, otros musitaban que serían oficinas del gobierno en turno… ―El progreso llega con Echeverria (platicaban unos obreros a sus espaldas).

―Entonces que mi Anselmo vamos a echarnos unos pulques.

Caminando la vida se vuelve y refleja solo instantes, como imaginarios colectivos, como sueños rotos, realidad que encuentra en la desgracia la forma más elegante de mostrarle al progreso social, la cara más olvidada de nuestra asquerosa existencia.

― ¡Me duele! ¡Ora si no la libro cabrón!
―Tranquilo pinche Anselmo ya viene la ambulancia.

Una puerta en el andador cuatro sonaba retumbante en medio de la tarde, como si se tratasé de sorprender a alguien sin la intención de hacerlo,unos niños corren en parvada hacia la vieja puerta de la vecindad ha llegado doña lupe, la viejecita siempre regala dulces de leche...

―Buenas Tardes ¿Sra. López?
―Buenas tardes (intrigada al no conocer al viejo gordo y lleno de tierra y cemento)
―Hijole pues, no sé ni cómo empezar, su marido está muy grave en la cruz roja de Polanco,
― (Entre llanto y gemidos) ¿Cómo pasó? ¡Dígame se lo suplico!
― Una varilla le atravesó la panza, un accidente.

El pasillo estaba deshabitado algo inusual en ese lugar, cada veinte minutos se veía a lo lejos el vaivén de una enfermera, nadie supo nada más todo era una incertidumbre en medio de la soledad.


BIENVENIDOS AL PURGATORIO (Un letrero recibía a una carroza de funerales CRISTO REY)

Queda

pendiente

un


epitafio...


Edgar Juárez

3 comentarios:

  1. Muy buen texto, de verdad Egarillo, mis respetos. Ya estaba acostumbrado a otro tipo de narrativa de tu parte pero con esto veo que manejas otras cosas y otros argumentos muy bien, me agradò, ojalà la historia continuè por buen camino.

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  2. q chido, me agradan los contrastes la gran dicotomía progreso/retraso. me gusta el hecho de que hayas metido al defectuoso en esto, la historia de los pueblos se bifurca y se convierte también en parte de la historia de las grandes ciudades..

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  3. wow!... por fin, un sepelio digno para el Purgatorio. Acá las personas suelen morir casi sin quien les llore su deceso.

    Gracias por su aportación, lo esperamos más seguido por estas grises tierras, y felicidades!!, es usted el que más ha posteado por acá... ya apliquémonos los demás!! jeje

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